lunes, 30 de diciembre de 2013

activar el medidor


Debería existir un órgano que se hinche cada vez que entramos en discusiones repetitivas sobre la situación de Venezuela. Un medidor interno que sea capaz de informar a nuestro cerebro el momento preciso en el que la conversación deja de tener sentido y comienza a convertirse en un acto de repetición morbosito. Ese cambio de ritmo, ese tembleque en el que buscamos en nuestros archivos cuál historia va a horrorizar más a nuestros oyentes y con qué tono de voz diremos nuestro próximo "esto es el colmo!" como si fuésemos los primeros en identificarlo.

Este medidor no tiene que detener nuestro discurso. Lo que tiene que hacer es informarnos sobre nuestro propio proceso semántico. "Ok. Dijiste lo que tenías que decir. Te estás poniendo un pelo loco y partir de aquí, vas solito. Estás disfrutando tu quejadera un poco mucho." Es entonces cuando el individuo tiene la opción de hacer consciente la esterilidad de su monotema, y de la conversación de la que forma parte. 

Y eso es todo. Que no pasemos esa línea sin dejar de percatarnos del ridículo que estamos haciendo.

No estoy hablando de coartar libertades. No, tampoco hablo de prender cauchos en el callejón. Estoy hablando de entender que a partir de determinado momento, nuestra predecible indignación no nos va a dar sosiego ni soluciones. Solo aburrirnos, y eso es bastante. 

Y lo más importante: no estoy hablando de evadir ni de dejar de exigir. Hablo de que en medio del escándalo que provoca un video de youtube, el aseo tiene mas de dos semanas sin pasar y a usted no se le ha ocurrido echarles una llamadita para hacer un reclamo formal. 

Propongo entonces ponerle fecha de vencimiento a las discusiones repetidas y empezar a modificar nuestras reacciones ante "el horror" que vivimos. Porque si algo he aprendido de nosotros mismos, es que escandalizarnos en una cola en el supermercado no nos ha llevado a nada. No está en nosotros la posibilidad de acción dentro de la consternación. Más bien nos paraliza. Eso no ayuda a nadie, ni a usted señora, ni a los muchachos, ni a su marido ni a su comadre Teresa.

La consternación no será ya suficiente para lidiar con nuestros días, ni la queja compartida con un café en el desayuno. Vayamos en camino a un genuino auto-conocimiento.  Para eso hay que abrir bien los ojos y cerrar bien la boca. 

Propongo le demos una probada a bajar la cabeza y recibir lo que se nos viene como el alimento más nutritivo que podemos consumir. Como la mayor lección, como el mejor coñazo.

Una vez que metamos la cara en ese lodo, sabremos exigir sin victimizarnos. Porque el escándalo es la zona de comfort más triste de todas. 

Es el momento entonces, de situarnos dentro de la excrecencia que nos irrita. De prepararnos para esta realidad espinosa sin paralizarnos. De arder con ella y caminar. De que no nos tome con sorpresa ningún resbalón. De inhalar profundo cuando pasemos por el basurero.









domingo, 22 de septiembre de 2013

Drácula y seguir adelante

Click aquí para el soundtrack del post

Fascinante bestia
de apariencia indomable...
Soy yo quien
con la mirada fija
pasa de largo este mundo
y pule tus pezuñas


Solía tener una obsesión con esos personajes atormentados que cargan la oscuridad como mecanismo de defensa. La bestia del cuento antes de hacer la metamorfosis. Personajes rendidos ante su imposibilidad de ser normales y no sombríos. 

Me gustaban por muchas razones, pero una de ellas es por el rol que interpreta quién "los libera" de ellos mismos. Me gustaba pensar que yo rompía el duro exterior para comprender al monstruo abatido que se encontraba debajo, con todo el ego que eso implica. Estaba convencida hasta hace poco de que ese era mi papel. La Florence Nightingale que te toma por las garras sin miedo. 

Drácula es el monstruo que pudiésemos querer salvar. Es fascinante no sólo por su sensualidad, sino por su sensibilidad feroz, que nos gusta pensar que podemos capturar. 

Pero no todos los monstruos están abatidos. No todas las bestias necesitan ser quebradas. No todos los dráculas están pasándola mal. 

De nada sirve jugar al enfermero de quién no necesita uno (en general, jugar al enfermero no está muy bien) y por suerte, poquito a poco, me he percatado de que, eventualmente, cada quién tendrá que lamer sus propias heridas, sin que eso signifique el abandono o la soledad. 

Luego de terminar este libro puedo decir que las historias trágicas de bestias que aprendieron a odiar el mundo me siguen gustando, pero está bueno saber que no busco una bestia que salvar.




Siguiente: Flush de Virginia Woolf

domingo, 21 de julio de 2013

3:52

El instante para confesar dura 3:52


Cuatro acordes solitos preparan el terreno

Un bombo para tomar aire

Un redoblante para titubear

El bajo rebaja el ego y me muestra un espejo

Y estas son las ojeras, esta es la nariz, esta es la boca. Esto soy.

El coro desnuda las frases que no he dicho

Tecleo con el estribillo final

Envío nervioso interruptus


La valentía me dura lo que dura una canción de 3:52


miércoles, 3 de julio de 2013

Walpurgis Nacht!

Las cosas y sus sentidos...

Si algo he logrado entender de mi misma en los últimos tiempos, es que me cuesta cada vez más hacer cosas que no sienta conectadas a mi contexto. Sea cual sea: geográfico, temporal, doméstico, emocional... no le encuentro mucho sentido a esas tareas que no puedo vincular con lo que me está pasando. Antropocéntrica. Super renacentista, pues (o es ego y ya).

"Edúcame, plis" nació de una crisis contextual. De una necesidad genuina de darle forma a la gelatina que tengo en la cabeza y cada libro en el proyecto responde a esa necesidad. Todo está conectado.

Las conexiones no tienen que ser obvias, si no más bien orgánicas. No es que me ponga una gorguera leyendo a Shakespeare o una toga leyendo a Homero.

En el caso de Rayuela, este fue un libro que se convirtió en un reto en un momento complicado. Y quizá por eso me ha costado tanto terminarlo y es a raticos donde me logra fascinar. Más allá de su complejidad, no se me ha hecho fácil encontrar la relación entre lo que me cuenta Cortázar con este día a día complicado con el que he tenido que lidiar desde hace ya cuatro meses. Creo que fundamentalmente, porque hace falta cierto sosiego con el que temo no contar por el momento.

NOTA: Rayuela continúa ahí, pero metiéndole menos presión al asunto porque #asinosepuede.

Hoy, dentro de lo fascinante de lo complicado, tuve una revelación.

Hace cuatro meses mi papá sufrió un ACV. La mejoría ha sido increíble pero obviamente todas las rutinas, los sentidos, las relaciones, los silencios, todo se trastocó. Me he replanteado mil cosas, desde mis gustos hasta mis propósitos. Estando tan presente la circunstancia es difícil no buscar asociaciones y sentido a todas las cosas. Lo único que no me he replanteado es "Edúcame, plis".

Una parte importante de la recuperación de mi papá tiene que ver con las terapias de lenguaje, y una parte importante de esas terapias es promover en la medida de lo posible, la lectura. Por lo cual, me he visto a mi misma de forma espontánea, leyéndole a mi papá, particularmente el tipo de literatura que siempre le apasionó: la macabra.

Abriendo y cerrando La historia de la fealdad de Umberto Eco y saltando del apocalipsis a lo obsceno,  hemos jugado a nuestra propia Rayuela. No nos va mal. Y hoy, para variar, me lanzó en frente un Drácula mal parado que andaba por la cocina. Leímos el primer capítulo con los ojos pelaos.

De inmediato la asociación automática dadora de sentido me hablo clarísimo: el próximo libro es Drácula de Bram Stoker y el gran bono es poder compartirlo con el Sr. Lizardo y registrar todo lo que pase en esta terapia para dos.


viernes, 17 de mayo de 2013

Status Rayuela #1


En tercer año de la universidad estudiamos a Parménides. Lo que en varias clases ya yo descartaba como algo imposible de comprender se me manifestó una noche en medias y camisola en mi cama. Se relajaron las pretensiones y en el medio de la más tranquila ingenuidad entendí porqué el cambio es aparente y “todo permanece”. Grité: “¡DE BOOOOOLAS!” y me sentí increíble.

Ahora mismo no entraré en transmitir lo que comprendí. En este caso, yo con mi entendimiento tengo. Lo importante es que esa cuesta está caminada y que se añade el logro del entendimiento de Parménides a esa lista de cosas que hacer antes de morir. A esa cajita que va acumulando pepitas de oro, en la que hay libros, momentos, besos y borracheras.

Tenía tiempo sin entrar en ese estupor hasta que comencé a leer este libro. Ya no por lograr la comprehensión intelectual sino por sentirme un poquito merecedora de estar en los zapatos del autor. Esto pasa a momentos porque no es fácil y sigo jugando con paciencia y sin ponerme límites. Es entonces un entendimiento un poquito menos concreto pero igualmente celebrable.

Este libro no trata de atraparme ni yo trato de que me atrape; esos correteos se los dejo a los que están por venir y además, ya estoy vieja pa’ la gracia. Esto se disfruta como un soufflé: por lo que es. En el momento en el que la página se abre y no se añora cuando se cierra. Es una persona con todas sus mañas y regalos y quebrantos y cosas bonitas, la cosa es cómo se las toma el que lee. Uno termina satisfecho de haber tendido la mano al capítulo y que al pasar al siguiente, tengas una ligera sonrisita algo pendeja.

Status terminado.


Salud.

viernes, 12 de abril de 2013

quiero hacer un paréntesis


Hay un cuento de cuando tenía cinco o seis años, de una conversación con mi mamá sobre una inquietud rarísima que me obsesionó por mucho tiempo. 

La frase clave de la conversa era: 
Mamá. Tengo miedo… Tengo miedo de ser… puta!!!”. 
Cinco años, CINCO.

Hoy entiendo que tenía un miedo enorme a sentir atracción por los clásicos instintos sexuales primerizos. Veía una película que me parecía sexy y pensaba que iba a ser una puta, normal. Tan normal como creer que los bebés vienen de que un hombre le haga pipí adentro a una mujer. Children stuff.

Hoy ya no hay tanto miedo pero más locura.

Hoy hay veces en las que sin querer, como ahora, pasan por mi cabeza muy rápidamente las imágenes más depravadas posibles en la vida del universo galáctico. Es algo que a veces trasciende lo sexy y es sólo… depravado. No hay otra manera de ponerlo. Estos glimpses de perversión vienen y van. Y cuando tengo suficiente conciencia como para darme cuenta de lo que me estoy imaginando, y lo que es peor, cuando empiezo a ponerle rostros a los involucrados, tengo que hacer algo, algún gesto físico que detenga esta locura. Generalmente es una sacudida de cabeza, un apretón de párpados. Cualquier cosa que detenga esa sinapsis extraña.

Y no es que vengo pensando en algo y voy hilando una historia que termine vinculada con la depravación. No. Es que de repente estoy comprando harina pan y pienso en Nicolás Maduro con mi prima menor y un mapache. Y esto es light. Una foto, pues. Un capture, cero historia ahí para desarrollar. Y no lo disfruto, es una cuestión de cuán lejos puedo llegar.



Back to Cortázar. Perdón...


lunes, 8 de abril de 2013

Don Tolstoi y sus mujeres

"Ya iba a lanzarme en persecución del otro, cuando me acordé de que hubiera sido ridículo correr descalzo a la caza del amante de mi mujer, y no quería ser ridículo: quería ser terrible."


Dale play antes de leer


Esto que suena en el video anexo es Beethoven. Esta es la Sonata para violín n.º 9, comúnmente conocida como la Sonata a Kreutzer. Tiene tres movimientos hilados por un inquieto violín que, después de leer la obra homónima de Tolstoi, se siente como las voces dentro de una mente ansiosa. Argumentan, razonan, se angustian, se arrepienten, piden perdón, argumentan ahora con gritos, se desploman, se calman a ellas mismas.

Esta pieza fue originalmente dedicada al violinista, George Bridgetower, quien acompañó a Beethoven en el violín el día del estreno. Horas después, en el after party, Bridgetower con unos tragos encima y con el levita arrugado, se mandó unos comentarios impertinentes con una mujer que acompañaba ese día a Beethoven. 

Mala idea. Se apoderaron de Ludwig las voces aviolinadas y lo eliminó de la dedicatoria. En su lugar puso el nombre de Rodolphe Kreutzer, otro gran violinista de la época. 

Otra mujer (mismas voces), es la que desencadena en el protagonista del libro, un monólogo bestial sobre el matrimonio y el sexo como la peor de las costumbres, cuya música de fondo tiene que continuar siendo la sonata n.º 9.  Un hombre pensando en voz alta desde la culpa, la rabia y la moral, que lo justifica todo.

Y como el hilo conductor de estos hombres tormentosos pareciera ser siempre una mujer que los desencaja, la última y más importante es Sonya, esposa de Tolstoi y madre de sus trece hijos; a quien él mismo llamó "su enfermedad". Tolstoi cargaba con una buena cantidad de demonios y a mitad de los 30 hizo una conversión espiritual muy similar a la que hacen un preso con la religión evangélica: sustituir obsesiones. Terminó igual, por lo que su desplazamiento de males no sirvió de mucho. Los culpables eran los mismos.



Adagio sostenuto



En la historia, como en Beethoven, todo empieza bien. Eran los primeritos años del amor, los besos locos y en este caso, la cómoda ignorancia del otro. La vida juntos cargada de fotos familiares, momentos mediocres de postal, gastos compartidos, hijos en la escuela y pagos a la criada, empieza a formarse junto con un desprecio terrible que se embotelló. Dos válvulas de escape: los gritos y los orgasmos, ambos con rabia (contrapuntea el violín con el piano).

 

Adagio



Así, el malestar del día a día es irracionalmente adictivo y queriendo escapar de esta persona pasa lo contrario. La cela aún más porque o somos miserables los dos o ninguno. Somos las bestias de carga del otro y de aquí no te vas. 


Presto



Y entonces, el clímax (que ni de vaina voy a revelar). El de los celos, el de los gemidos con rabia, el del crimen y el de la culpa. Todo el libro es un clímax. No sabes si terminas agotado o excitado.

Fucking russians...



Vuelvo oficialmente al proyecto luego de un mes complejo y con sus tormentos, como los personajes en estos libros.

Para este regreso la lección es clara: dejarse de mariqueras. Empiezo a madurar y a dejar mis rebeldías a juro de lado. Para ello voy a leer un libro al que le huí durante mucho tiempo: Rayuela. 

Ojalá pudiese decir que le huí por razones menos malcriadas, pero fue puro punk barato de bachillerato. Pero bueno, madurando estamos y el momento es perfecto porque cumple 50 anios y hay que darle una probadita.


Chao, Tolstoi, take it easy.







jueves, 21 de febrero de 2013

Libro #3




Luego de luchar con los torrentz de la vida para bajar la versión de Oliver Twist de Polanski, decidí que el show debe continuar.

Hoy empiezo el tercer libro: La sonata a Kreutzer de León N. Tolstoi.

Spasiba.





martes, 19 de febrero de 2013

La llaga de Dickens

"-No, señor, no vacilo- replicó Nancy, después de un momento de lucha interior -; estoy encadenada a mi antigua vida; la maldigo y la odio ahora; pero no puedo abandonarla. He ido demasiado lejos para volver atrás, y sin embargo no sé lo que me pasa...."



Libro: Oliver Twist
Autor: Charles Dickens
Año: 1837

Edición: Jackson
Año de edición: 1946


Tengo un amigo que me dijo que la película Lo Imposible le pareció la cosa más cursi del mundo. Yo dentro mi racionalidad, puedo coincidir.

Sin embargo, le traté de explicar que no importa bajo qué contexto, con qué calidad narrativa, en Tailandia o en Miami, si se me presenta una historia en la que hay niños sufriendo, yo me compadezco hasta el fin, y me nublo... me nublo.

Por ejemplo, Un cuento americano. Aquella comiquita de un ratón que se iba con su familia de Rusia a América, esa traumática historia me perseguirá por siempre. En Ciudad de Dios me iba dando un ataque con Zé Pequeño de niño y su imposibilidad de cambiar porque "el mundo lo hizo así". La Princesita, una niña cuyo pasado como princesa es pisoteado a raíz de la muerte de su padre y es condenada a vivir en un orfanato como criada.

¿Ya ven hacia donde me estoy dirigiendo?

Oliver Twist gira alrededor de los padecimientos de un niño que es maltratado por la vida una y otra vez; y él, en su estoicismo, muerde el polvo, una y otra vez. Esta historia para mí fue un tiro al piso.

Y la verdad es que Dickens es curioso. Después de someter a Oliver a tanto sufrimiento, y después a Nancy, y después a Rosa, y a Carlitos; una, en su cinismo post-moderno, no puede evitar sentir que este señor estaba carcajeándose cada vez que hacia pasar hambre y frio a estos personajes. Y no me extraña. Uno de los placeres culposos de Dickens era visitar la morgue de Londres y observar a los cadáveres. Lo llamaba "la atracción por la repulsión".

Es un genio, algo morboso, pero un genio.

No solo por la delicadeza con la que lo vemos describir con gozo ese tristísimo panorama, sino que además, los personajes una vez más como en Macbeth, incluso siendo niños, están claros del rol que ejercen y del sufrimiento que viene con ese rol. Nancy, para mi el mejor de todos, personifica justamente esto. Una niña convencida de que su destino es el sufrimiento y que por eso no duda en rechazar las posibilidades que le ofrecen de salir de su desafortunada situación.

Sé que podría estar mejor, pero no lo estaré. Padeceré aqui, con mi captor. Naguará de sindrome de Estocolmo. Nancy, una de las primeras víctimas de violencia domestica glorificada.

Ahora bien, todos estos juicios los hago ahora. Si hubiese estado juzgando la historia mientras la leía desde esta perspectiva, quizá no lo hubiese disfrutado tanto.

Así que lo primero que debe uno hacer, aunque parezca obvio, es removerse los lentecitos de la modernidad, y adentrarse en la enorme llaga que es esta historia. Removerse dentro de ella. Llenarse las rodillas de lodo, arquear nuestras cejas trágicamente, ponernos un gorrito y pedir siempre más avena.


Nota:
Polanski tambien hizo una version de Oliver Twist en 2005 con Ben Kingsley como Fagin. IMDB le da unas cuantas estrellitas. Si ya estamos en modo morboso, vámonos con el mas morboso de todos. Una vez mas, el señor Roman.

jueves, 17 de enero de 2013

La película


Macbeth (1971)

Polanski se la come siempre.


#Edúcameplis

martes, 15 de enero de 2013

Libro 2.

Día 13
Libro 2

Seguimos con Oliverio Twist (1838)  de Charles Dickens


domingo, 13 de enero de 2013

Macbeth y mis confesiones

"¡El hedor de la sangre aún llega aquí!
 ¡Ni todos los aromas de la Arabia podrían perfumar a la mano mía! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!"

Libro: Macbeth
Autor: William Shakespeare
Año: 1623

Edición: Aguilar
Año de edición: 1976
Prólogo y notas a cargo de: José Méndez Herrera

Esta sensación es inigualable. Si cosas tan sencillas como cumplir el objetivo de leer a un autor al que le tenía cuidaíto por su complejidad pueden hacerme sentir tan satisfecha, el 2013 no pinta nada mal. Supongo que son aquellas pequeñas cosas...

Me lo tomé con muchísima calma a pesar de ser un texto no muy largo. Estuvo bien porque hacen falta varias sentadas tranquilas para entender el verbo de este señor. No fue fácil. Y en pro de la honestidad que debería tener todo este proyecto, debo confesarme.

(Abre la computadora, pone en Chrome: "Macbeth wiki". Mira pa' los lados, hace click en el link)

Me acompañó un link de Wikipedia en casos de emergencia. Véase: "No entiendo esto. Por qué le dijo eso? Cómo que Siward??... No, pero yava yava, pero Macbeth tenía hijos? Quevainaesestanoentiendocoño!!!!
Cada vez que, a pesar de leer las notas al pie y a pesar de releer, no entendía algo, abría con cuidado el link y sin adelantarme nada de la historia, buscaba un poquito de luz. Me ayudó y lo agradecí.

Es difícil hacer un comentario sobre Shakespeare que no parezca un mal reflejo de lo que muchísima gente ha hecho con mucha más pericia y conocimiento a lo largo de los años. Pero este proyecto no se trata de inventar aguas tibias ni de deslumbrar con inesperadas trascendencias. Así que si espera usted leer algo que no haya pensado antes al leer Macbeth, vaya abriendo su facebook.

Creo que lo que más me llamó la atención de esta historia (y esto es algo que probablemente esté siempre presente en Shakespeare), es que nunca dejó de existir un trasfondo moral clarisimo, que hacía temblar y dubitar hasta a los más perversos. Una concepción tan presente del bien y del mal que hace a todos los personajes, no solo conscientes de sus actos, sino abatidos en su propia dualidad. Cometen el crimen, sabiéndose y sintiéndose inmorales. Ellos mismos se juzgan.

Y por esa razón quizá, Macbeth y Lady Macbeth nunca dejaron de sentir remordimiento. El mismo remordimiento que se manifiesta en la imagen más brutal y hermosa de la obra... Lady Macbeth entre la vigilia y el sueño lavando la sangre de sus manos. El mismo remordimiento que se revela en los fantasmas que acosan al rey. El mismo remordimiento que busca sosiego en las tres brujas, el horóscopo de Macbeth.

Lo importante es que al final, con una poesía única, Macbeth asume su fortuna con guáramo. Y abraza sus ambigüedades.

Son personajes debatiéndose constantemente, a momentos incluso pareciera que fuese una fuerza externa la que ejerce poder sobre ellos. No recuerdo en Otelo a Yago en este peo. Quizá si lo estaba (edúquenme, plis).

Bueno, el paso siguiente y aprovecho para añadirlo al proyecto, es ver una adaptación al cine de los títulos leídos (si existiesen). En este caso, veré hoy la versión de Macbeth de 1971 de Roman Polanski. Les avisaré qué tal.

Próximo libro, continuando la línea inglesa: Charles Dickens "Oliver Twist"

Gracias por leer!



martes, 1 de enero de 2013

Libro 1

Día 1
Libro 1

Empezamos con Macbeth (1623) de William Shakespeare




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