lunes, 25 de enero de 2010

sábado, 16 de enero de 2010

la de los 9 años.


Foto by: Clau.

Ya llegó Fabiana Droom. Se cree la gran cosa sólo porque sus papás le regalaron un teléfono celular con cámara y con internet.

Nadie lo sabe, pero... tuvo piojos el verano pasado. Lo sé porque mi mamá le prestó el champú que me ponía a mí, a su mamá. Pasó todo un mes en su casa con su nana bañándose en vinagre y mayonesa. Estoy segura de que si todos supieran lo repugnante del olor que tenía, y de lo estúpida que se veía, no la adulararían tanto y ni siquiera la invitarían a jugar.

Trae todos los días al colegio dos tupperwares: uno con palitos de zanahoria y otro con salsa de cebolla y queso azul... ¿quién se cree que es? ¿No puede traer un sandwich igual que todos? ¿una arepa igual que todos?

Ronald le regaló una caja de bombones en forma de corazón para el día de los enamorados y su amigo secreto le dejaba notas con ositos de gomita en el pupitre. Hace ballet... y amarra la cinta de sus absurdas zapatillas al morral para que todos la vean.

Un día la empujé. Si. No me enorgullece decirlo en realidad. Pero la empujé porque me dijo que mi pelo parecía de niño; yo le dije que se callara y ¡pum!. Obviamente lloró y chilló. Yo sólo me quedé ahí parada viéndola... lloró muchísimo, y eso que el empujón no fue tan fuerte.

Después de diez minutos chillando me dí cuenta de que quizá lo que quería era llorar un rato... Así que me senté callada a su lado y ya. Lloró hasta que oscureció, todos en el patio se fueron y yo me quedé ahí. Luego, ella se paró, se sacudió la tierra de sus pantalones y se fue hasta su casa.

Puede que tengamos algo en comun; al fin y al cabo, utilizamos el mismo champú.