domingo, 30 de mayo de 2010

okuord


No me provoca hablar con esos tipos. Qué conversación más insoportable. Ningún circulito social de esta reunión vale realmente la pena. Nadie entendió ese chiste que hice. No quiero hablar de los bonos de la deuda mientras le pasas a tu amiguito el porro ese.

En ese momento hay varias posibilidades. La introversión absoluta, que en mi caso aparentemente nunca es una opción porque siempre opto por la "akwardeness social"... un punto entre los comentarios incomprensibles, los chistes raros y las risas fingidas. Mis tópicos tienen todos referencias ordinarias, vainas medio cochinas, uno que otro grito que me convierte por un momento en "la chama bajita que habla duro" y conexiones con cosas que, en esta particular reunión, nadie más entiende sino yo. Siguiente imagen: yo tomando un laaaaaaaargo trago de lo que sea que esté bebiendo y jugando con mi celular como si estuviese escribiendo un mensaje a alguien mucho más cool que me invita a la próxima parada de mi ocupada agenda social nocturna. Lo que hago en verdad es meterme en el album de fotos del celular a ver las fotos que he tomado.

Una voz muy en el fondo me dice: "cállate", "realmente no hace falta que hagas ese comentario", "ajá, ¿y ahora qué vas a hacer? resuelve ese peo", "no, no así", "¿en serio tienes que ser tan gráfica?", "jajaajajaajajajajaajajajajaja", "bueno, ése sí se lo merece", "es la tercera vez que haces ese chiste", "equis, go to town, baby, ya qué carajo", "se dice satisfizo, no satisfació", "acabas de escupirle a esa persona", "coño, pero no se lo digas"

Así, el aburrimiento lleva inexorablemente a ser un ser incómodo que buscando no irse a su casa tan temprano trata de socializar a juro. Suena de fondo entonces una musiquita como de crosby, stills, nash y el otro, de esas como para caminar errantemente por el mundo. Esta vez camino errantemente por una fiesta en la que me aburro cada vez más.

lunes, 10 de mayo de 2010