domingo, 22 de septiembre de 2013

Drácula y seguir adelante

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Fascinante bestia
de apariencia indomable...
Soy yo quien
con la mirada fija
pasa de largo este mundo
y pule tus pezuñas


Solía tener una obsesión con esos personajes atormentados que cargan la oscuridad como mecanismo de defensa. La bestia del cuento antes de hacer la metamorfosis. Personajes rendidos ante su imposibilidad de ser normales y no sombríos. 

Me gustaban por muchas razones, pero una de ellas es por el rol que interpreta quién "los libera" de ellos mismos. Me gustaba pensar que yo rompía el duro exterior para comprender al monstruo abatido que se encontraba debajo, con todo el ego que eso implica. Estaba convencida hasta hace poco de que ese era mi papel. La Florence Nightingale que te toma por las garras sin miedo. 

Drácula es el monstruo que pudiésemos querer salvar. Es fascinante no sólo por su sensualidad, sino por su sensibilidad feroz, que nos gusta pensar que podemos capturar. 

Pero no todos los monstruos están abatidos. No todas las bestias necesitan ser quebradas. No todos los dráculas están pasándola mal. 

De nada sirve jugar al enfermero de quién no necesita uno (en general, jugar al enfermero no está muy bien) y por suerte, poquito a poco, me he percatado de que, eventualmente, cada quién tendrá que lamer sus propias heridas, sin que eso signifique el abandono o la soledad. 

Luego de terminar este libro puedo decir que las historias trágicas de bestias que aprendieron a odiar el mundo me siguen gustando, pero está bueno saber que no busco una bestia que salvar.




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