viernes, 12 de abril de 2013

quiero hacer un paréntesis


Hay un cuento de cuando tenía cinco o seis años, de una conversación con mi mamá sobre una inquietud rarísima que me obsesionó por mucho tiempo. 

La frase clave de la conversa era: 
Mamá. Tengo miedo… Tengo miedo de ser… puta!!!”. 
Cinco años, CINCO.

Hoy entiendo que tenía un miedo enorme a sentir atracción por los clásicos instintos sexuales primerizos. Veía una película que me parecía sexy y pensaba que iba a ser una puta, normal. Tan normal como creer que los bebés vienen de que un hombre le haga pipí adentro a una mujer. Children stuff.

Hoy ya no hay tanto miedo pero más locura.

Hoy hay veces en las que sin querer, como ahora, pasan por mi cabeza muy rápidamente las imágenes más depravadas posibles en la vida del universo galáctico. Es algo que a veces trasciende lo sexy y es sólo… depravado. No hay otra manera de ponerlo. Estos glimpses de perversión vienen y van. Y cuando tengo suficiente conciencia como para darme cuenta de lo que me estoy imaginando, y lo que es peor, cuando empiezo a ponerle rostros a los involucrados, tengo que hacer algo, algún gesto físico que detenga esta locura. Generalmente es una sacudida de cabeza, un apretón de párpados. Cualquier cosa que detenga esa sinapsis extraña.

Y no es que vengo pensando en algo y voy hilando una historia que termine vinculada con la depravación. No. Es que de repente estoy comprando harina pan y pienso en Nicolás Maduro con mi prima menor y un mapache. Y esto es light. Una foto, pues. Un capture, cero historia ahí para desarrollar. Y no lo disfruto, es una cuestión de cuán lejos puedo llegar.



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