jueves, 3 de febrero de 2011

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Los momentos de lucidez me vienen en la madrugada. "Excelente idea. Mañana lo haré" me digo a mi misma a las 3:15 am.  

 El problema es que la mañana de las 10:30 ya no tiene tanta épica, tiene mal aliento y ganas de desayunar algo frito. Cualquier conjetura "genial" engendrada durante la madrugada anterior se queda dormida apenas introduces el cepillo de dientes en la boca. Apenas ves a la caricaturita de ojos adormecidos en el espejo del baño. 

De ahí en adelante todo es mas mundano, menos La Odisea y mas Asterix. Poético mañanero, no de copa de vino sino de marroncito pequeño. 

"Pensé en algo anoche" dices buscando azúcar para el café con flojera: "es una idea muy interesante para una historia. Es un hombre cuya madre era enfermera, no... secretaria de un notario que sufre de esquizofrenia... O de parkinson.. Da igual..." 

Los demás mantienen una mirada inexpresiva y como quieres cubrirle las espaldas a tu ingenio incomprendido dices algo así como "si hubiesen estado despiertos anoche, entenderían" 

Además, no todos los bombillos que se nos encienden en las madrugadas son precisamente nuestros

"Pensé en algo genial anoche! Imagina una colegio al estilo ingles. Lo tienes? Bien. El asunto es que no se trata de un colegio normal, no no. Es un colegio de magos que recibe a un nino mago huerfano muy importante!" 

Conclusion: a las ideas rumberas hay que tenerles paciencia porque lo que tienen es resaca.

Porque si, el pensamiento de las 11 am es útil sin duda, pero holgazán

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