Escuchar esta canción para leer: "Yayo" - Lana del Rey
Hay tres imágenes que siempre me han fascinado. Tres fotos que sin filtro son el gatillo de una sensación indefinible; como son las cosas sublimes, que le bajan el volumen a la explicación racional para darle entrada al escalofrío y al suspiro. Las cosas que últimamente me valen más la pena, porque hay que hablar menos.
La primera la agarré en una conversación con mi mamá. Habrán sido las 2 de la mañana y me dijo: no hay nada más melancólico que un carrusel en el desierto. El mayor sin sentido, la soledad es así, ni mala ni buena, un carrusel en el desierto que a pesar de estar solo sigue dando vueltas.
La segunda es conocida, la tenemos en el subconsciente de una manera peculiar, en alguna película lo vimos, en algún video. Un león sobre la cama. La locura es así, no? Deliciosamente irracional como un león desfachatado sobre sábanas y edredones. La locura o el lujo, el lujo también es así. Porque no es cualquier cama, la imagen tiene añadida una habitación suntuosa de palacio de siglo XVIII, un cortinero dorado, una silla Luis XVI. Y ahí, el lujo se da el lujo de tener un león sobre la cama.
La tercera me la regaló Charly en Rezo por Vos. Y quemé las cortinas. (Y me encendí de amor...) Creo que me gusta porque siempre imaginé que la imagen previa había sido una pareja intensa y rocanrolera (todos nos podemos permitir nuestros clichés) y ella quema las cortinas, en un arrebato intenso y complicado, con un Zippo desgastado. Agarra un par de tacones del suelo y se va descalza por el ascensor. Él, desconcertado, hunde su cabeza entre sus manos. Y como yo tampoco soy original, y como tenemos unos muy peligrosos gustos, siempre pensé que ser así por un momento sería interesante. La verdad es que seguramente no lo es, pero así me vendieron a la chica compleja. Yo la compré. Con sus cigarrillos, sus botas de cuero, su chaqueta, sus lentes de sol y su soledad.
Curioso mejurje que tengo en la cabeza...
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