Una vez más, apoyándome en el fiel copy-paste, les paso la última tontería que hice pal' blog de moda.
Hail to the Aunt!
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Es muy fuerte esa sensación que experimentamos cuando un día nos vemos en el espejo y nos damos cuenta de que nos estamos convirtiendo en algún familiar. Mismo físico, mismos gestos, mismo pelo.
Màs fuerte es la sensación que experimentamos cuando nos percatamos de que nos estamos VISTIENDO como un familiar.
Mi tía siempre ha tenido un estilo muy de ella. Mezclando lo kitsch con lo tribal con lo bohemio, el resultado es exquisitamente estrafalario. Vivió en Nueva York pero es más criolla venezolana que decirlo dos veces y combina con facilidad Macy's y Calvin Klein con alguna camiseta que poca gente compraría en algún mercadillo, uñas a medio pintar, anillos más grandes que mi puño y pelo a lo loco. No es para todos pero vaya que a mi tía le va de lo mejor.
Dirigía una orquesta, así que tiene esos maravillosos movimientos de muñeca y manos cuando se emociona con Vivaldi o con Bebo Valdés. Salta entonces la media cola de su pelo y tintinean sus inmensas pulseras de bolas de madera. Que también saltan cuando de repente pega cuatro gritos por la ventana del coche a algún subnormal que se atraviesa cuando no le toca.
Y yo... yo llevo años viéndola así, esperando la llegada de sus viajes a ver qué regalos traía cuando espiaba sus maletas y oliendo su cacharel.
Hace días me arreglaba frente al espejo y me encontré a mi misma vestida como mi tía sin darme cuenta. Camisa larga, cinturón alto, collares tribales, pelo loco, uñas a medio pintar y gafas "john lennon".
Hay looks que no se pueden duplicar a conciencia, sino que sin querer se revelan en nosotros como quien pilla una de esas pinturas en las que debes torcer los ojos para ver la figura. Looks que nos acompañan como la memoria de una tía estrafalaria
Hail to the Aunt!
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Es muy fuerte esa sensación que experimentamos cuando un día nos vemos en el espejo y nos damos cuenta de que nos estamos convirtiendo en algún familiar. Mismo físico, mismos gestos, mismo pelo.
Màs fuerte es la sensación que experimentamos cuando nos percatamos de que nos estamos VISTIENDO como un familiar.
Mi tía siempre ha tenido un estilo muy de ella. Mezclando lo kitsch con lo tribal con lo bohemio, el resultado es exquisitamente estrafalario. Vivió en Nueva York pero es más criolla venezolana que decirlo dos veces y combina con facilidad Macy's y Calvin Klein con alguna camiseta que poca gente compraría en algún mercadillo, uñas a medio pintar, anillos más grandes que mi puño y pelo a lo loco. No es para todos pero vaya que a mi tía le va de lo mejor.
Dirigía una orquesta, así que tiene esos maravillosos movimientos de muñeca y manos cuando se emociona con Vivaldi o con Bebo Valdés. Salta entonces la media cola de su pelo y tintinean sus inmensas pulseras de bolas de madera. Que también saltan cuando de repente pega cuatro gritos por la ventana del coche a algún subnormal que se atraviesa cuando no le toca.
Y yo... yo llevo años viéndola así, esperando la llegada de sus viajes a ver qué regalos traía cuando espiaba sus maletas y oliendo su cacharel.
Hace días me arreglaba frente al espejo y me encontré a mi misma vestida como mi tía sin darme cuenta. Camisa larga, cinturón alto, collares tribales, pelo loco, uñas a medio pintar y gafas "john lennon".
Hay looks que no se pueden duplicar a conciencia, sino que sin querer se revelan en nosotros como quien pilla una de esas pinturas en las que debes torcer los ojos para ver la figura. Looks que nos acompañan como la memoria de una tía estrafalaria
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