Las cosas se plantean de manera diferente si imaginamos que somos personajes de un sitcom, o en el peor de los casos, de una comedia romántica, de esas de Julia Roberts y Hugh Grant. Malasas y populares, donde los eventos ocurren con la continuidad de una canción cursi.
Las cosas que nos ocurren cobran un sentido diferente y las emociones no son sólo emociones, porque como el público puede ver lo que sentimos, las emociones son augurios de que se acerca un cambio en la historia. Entonces, interpretamos lo que nos pasa con la seguridad de que es por una razón muy especial. Alguien debe estarse riendo en este momento. Alguien debe sentirse esperanzado con lo que estoy haciendo. Alguien está dándole sentido a que me sienta bien, mal, ridículo, nostálgico, iracundo. Alguien debe estar oyendo esta canción y sintiéndose igual que yo. Alguien debe estar pensando que estoy cometiendo un error. Alguien me ve.
Así, los hechos tienen un color distinto. Nada es tan malo como para no buscarle el sentido en el "plot", nada es tan bueno como para no estar alerta a que a la protagonista no le cague un pájaro en la cabeza, no se resbale ante un grupo de gente, no diga algo sin sentido. No hay nada que una buena risa grabada no sane.
Puede ser también que pensar las cosas así sea la señal de que uno es absolutamente egocéntrico o absolutamente loco... y esa señal puede ser también parte de la historia.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
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