miércoles, 5 de noviembre de 2014

"Vuélvemela a poner"

Asumo en este momento los enemigos ligeros, los corazones que no obtendré, los likes que no se darán, los unfollow, y todos los mecanismos de aprobación con los que nos acariciamos el ego en estos días de redes.

Yo estudié en una universidad que puede ser considerada "de calidad". Una universidad privada, con buenos profesores y otros no tan buenos. Esta universidad, como muchas, tenía una línea editorial y una obvia postura socio-política. Me di cuenta desde temprano que esto tenía que tenerlo muy claro para poder asimilar con amplitud y con cierto ojo crítico lo que me enseñaban.

Al haber estudiado una carrera relacionada a la política, no hubo momento en el que no se vinculara lo que estudiaba con la situación del país. El lado “b” es que pocas veces se hacían análisis exentos de emocionalidad, se debía tomar en el acto una posición, y en muchos casos, se asumía esa posición como unánime entre los estudiantes. En medio de esto, se realizaban a menudo foros y tertulias, entre los que hubo unos verdaderamente estériles, donde algunos profesores exponían las mismas ideas que exponían en clase con los mismos estudiantes que compartían la misma visión. La única diferencia era que esto se decía en un auditorio.

Y en este caso no es el mensaje lo que interesa, sino esa sensación con la que salían estas personas de estos salones, satisfechos todos de haber expuesto y discutido lo que discuten siempre ante estudiantes que no los cuestionan (o no los cuestionan con seriedad, sino desde una rebeldía rarísima, aderezada con franelas de Rage Against de Machine pero con un claro deseo de asesinar a Manu Chao, mientras leían dos o tres artículos de BBC mundo, pero se descargaban el resumen de La República de Platón, porque #MaricoNoEstudié).

Desde hace rato pasa algo parecido en el micro limbo al que tantos volvemos aunque no queramos: Facebook. Ese espacio libre de autoexámenes, donde es facilíiito publicar cosas, asumir posiciones, pero no tan fácil entendernos y defenderlas.

Para ilustrar me remito a una experiencia reciente. Amnistía Internacional sacó un video sobre la cantidad de balas en el país. Lamentable, sí, pero no nos están contando nada que nos conozcamos. Estamos claros, o deberíamos estarlo, de cuál es el problema. Pero claro, es un video en blanco y negro, con una música ominosa y una problemática real. Empieza la share-histeria.

Sin poner en tela de juicio el trabajo fáctico y no virtual que esta organización hace a favor de la no violencia, me causa curiosidad (una honesta y no cínica curiosidad) cómo creemos que este mensaje es difundido hacia donde realmente importa cuando decidimos copiar y pegarlo en nuestro muro. Muro al cual acceden nuestros contactos, que probablemente piensen igual que nosotros, porque muchos habrán ya borrado a algún infiel que haga lo contrario.

Entonces, a ver si entiendo el proceso de pensamiento: vemos un video ligeramente conmovedor pero sin ninguna información nueva, sobre la cantidad de balas en el país, nos indignamos, lo ponemos en nuestras redes para continuar indignándonos entre nuestros amigos, y luego bajar ese scroll y meternos al último top 20 sobre las papas fritas más gordas según Buzzfeed. Está ahora usted indignado y gordo. 

Todos necesitan sentir que aportan algo; pero hagamos el favor de reconocer las mínimas posibilidades que tienen este tipo de iniciativas si no salen de nuestros cómodos portales. 

De hecho, no sólo disminuimos las posibilidades de que el mensaje funcione, sino que continuamos fortaleciendo la torrecita de marfil en la que nos hemos encerrado. Convertimos nuestros problemas en monotemas y luego nos damos palmadas en nuestras propias espaldas y quedamos contentos porque cumplimos con nuestra cuota de responsabilidad social. 

Eso por un lado, por el más ingenuo e inocente de los lados, el que acepta las buenas intenciones de quien cae en esta dialéctica extraña. No hablemos ya de los casos contradictorios, como el del chico de veintitantos que decide ir a un concierto anti-violencia, en el que se entró a coñazos en un pogo, y del cual sale mentando madre a un motorizado y metiéndole cachetadas a la novia.

Si el tema central de este video son las balas y por lo tanto, las armas de fuego, pregúntese usted cuántos amigos tiene en Facebook que puedan ser directamente movilizados por un material como éste. Un material que a pesar de su hechura decente, no plantea nada que no se plantee en un periódico. Parece una decisión azarosa, doméstica y normal porque “es mi espacio de red social y hago con él lo que quiera", pero no lo es. Es un espacio abierto y ninguna de nuestras decisiones dentro de él son casuales. 

Cada decisión que se toma en un espacio como éste, es susceptible de ser revisada en tanto que llega a otros y el significado está ahí, esperando a ser reconocido. Es como quien caga y no quiere hacerse cargo de su mojón. Una vez que se asumen las razones y las consecuencias reales de hacer click en "share", la cosa se pone un poquito más honesta.

Entonces: antes de compartir cualquier cosa en una red que expande sensaciones pero no necesariamente soluciones, piense a quién quiere dirigir su mensaje y tenga claro su significado. Compartir un video anti-balas (repetitivo, en mi opinión) en Facebook no me hace ni mejor persona ni me hace menos indiferente.

Muy poco hago yo usando una franela de #NoMásBalas en la panadería St. Honoré de Valle Arriba si no establezco contacto directo con alguien distinto a mí. El impacto es prácticamente nulo si no nos asomamos un poquito afuera de nosotros. 


Comparta, señora, pero sepa por qué y para qué comparte.


2 comentarios:

El Llanero Solitario. dijo...

Me gustó mucho tu artículo.

Yo soy super chavista y mis amigos en facebook son 99% anti-chavistas (incluida toda mi familia) Es un reto compartir opiniones con un auditorio mayoritariamente en contra. Incluso cuando el respeto y la objetividad son fundamentales en cada cosa que comparto.

Siempre queda la esperanza de conseguir un poco de equilibrio en esa burbuja que sólo se retroalimenta con opiniones iguales.

Es mucho más de lo que se logra cuando todos piensan igual a ti.

Pedro Galindo dijo...

¡Muy bien tu escrito Claudia! Ignorando al "diferente" no se sale del sempiterno encierro. Pedro Galindo.