Las nalgas de Rómulo se han convertido para mí, en una de las mejores muestras de porqué Caracas es una ciudad esquizoide.
Hace unos cuantos meses, en las paredes que se encuentran bajo las nalgas de Rómulo (un nickname por cierto, de lo más arbitrario) el SENIAT, en un intento por hacer de esta ciudad una ciudad hermosa, un pedazo de paraíso... hizo un mural que me aterrorizará por el resto de mi vida. Era como entrar a través de las puertas del infierno, y ser recibido por una versión crackera de El Gochito, de el Kino: Seniacito, o algo así. Todo parecía estar chorreado de Ketchup, y uno podía imaginarse lo genial que se sintió el responsable por haber tenido una idea tan innovadora. El punto es que daba miedo... yo jamás iría a declarar impuestos si en las oficinas del SENIAT estuviera "Seniacito".
Pasó el tiempo, y borrarón esa pesadilla... colocaron luces ultravioletas, que obviamente son sumamente importantes para el tráfico (¿?) y quedaron en blanco las paredes. Esto no duró mucho, llegaron grafiteros y rayaron mitad de las paredes.
Pero, hubo una pared que se mantuvo intacta, y lo único que se modificó en ella, fue un grafitti tipo Quino, de un hombre con alas, orinando de espaldas. Las alas estaban dibujadas en amarillo y anaranjado, lo que hacía que en las noches por la luz ultravioleta, éstas brillaran en tonos neón.
Del personaje salía una frase: "Cuál es la frontera entre el pánico y la maldad?" y ya, eso era todo.
Por más que la frase a algunos parezca tonta, o nada original, la imágen tenía algo mágico y se mantuvo por muchísimo tiempo en las paredes de las nalgas. Pero por mucho tiempo, y esto contradecía completamente lo que pensamos algunos: "No va a durar... alguien va a rayarla"
Era una imágen que me hizo pensar... tenía audacia y sentido del humor, era algo completamente diferente al infierno de satán del SENIAT. Llegué a experimentar una sensación de orgullo por la imágen. Cada vez que la veía, inmaculada e intacta, me sentía tranquila y esperanzada.
"Hay cosas que sí pueden durar en Caracas" pensaba, ingenuamente.
Cuando ya me acostumbré a verla solita en el fondo blanco de la pared, cuando me acostumbré a la sensación de paz... un día, pasando a pie justamente por ahí, ví que ya había sido rayada.
Me sentí ligeramente triste. Suspiré. Estuvimos tan cerca!
Hace unos cuantos meses, en las paredes que se encuentran bajo las nalgas de Rómulo (un nickname por cierto, de lo más arbitrario) el SENIAT, en un intento por hacer de esta ciudad una ciudad hermosa, un pedazo de paraíso... hizo un mural que me aterrorizará por el resto de mi vida. Era como entrar a través de las puertas del infierno, y ser recibido por una versión crackera de El Gochito, de el Kino: Seniacito, o algo así. Todo parecía estar chorreado de Ketchup, y uno podía imaginarse lo genial que se sintió el responsable por haber tenido una idea tan innovadora. El punto es que daba miedo... yo jamás iría a declarar impuestos si en las oficinas del SENIAT estuviera "Seniacito".
Pasó el tiempo, y borrarón esa pesadilla... colocaron luces ultravioletas, que obviamente son sumamente importantes para el tráfico (¿?) y quedaron en blanco las paredes. Esto no duró mucho, llegaron grafiteros y rayaron mitad de las paredes.
Pero, hubo una pared que se mantuvo intacta, y lo único que se modificó en ella, fue un grafitti tipo Quino, de un hombre con alas, orinando de espaldas. Las alas estaban dibujadas en amarillo y anaranjado, lo que hacía que en las noches por la luz ultravioleta, éstas brillaran en tonos neón.
Del personaje salía una frase: "Cuál es la frontera entre el pánico y la maldad?" y ya, eso era todo.
Por más que la frase a algunos parezca tonta, o nada original, la imágen tenía algo mágico y se mantuvo por muchísimo tiempo en las paredes de las nalgas. Pero por mucho tiempo, y esto contradecía completamente lo que pensamos algunos: "No va a durar... alguien va a rayarla"
Era una imágen que me hizo pensar... tenía audacia y sentido del humor, era algo completamente diferente al infierno de satán del SENIAT. Llegué a experimentar una sensación de orgullo por la imágen. Cada vez que la veía, inmaculada e intacta, me sentía tranquila y esperanzada.
"Hay cosas que sí pueden durar en Caracas" pensaba, ingenuamente.
Cuando ya me acostumbré a verla solita en el fondo blanco de la pared, cuando me acostumbré a la sensación de paz... un día, pasando a pie justamente por ahí, ví que ya había sido rayada.
Me sentí ligeramente triste. Suspiré. Estuvimos tan cerca!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario